08 agosto 2008

Wall·E: Hasta el infinito y más allá

Una sandwichera y un iphone se enamoran. ¡Que descabellado, ¿no? No. Porque Pixar convierte en oro todo lo que dibuja.

Da igual que sea una rata que cocina que un juguete luchando por volver al lado de su dueño, los magos de Píxar meten la mano en su chistera, como hace el ilusionista del corto ‘Presto’, y sacan historias que no sólo conmueven y sorprenden, sino que dejan una huella en la historia del cine que ni el pequeño robot Mo puede borrar.

Estamos ante una época en la que la animación se reinventa a sí misma. Sabemos que los niños tiran de la mano de sus padres para ir al cine de la misma forma que para comprarse un bollicao con cromos de Nemo. Qué mejor solución para esta situación que hacer una película muy divertida de un ogro verde que hace velas con la cera de sus oídos que a la vez encandile a los padres con una estructura inversa a lo que están acostumbrados a soportar mientras lanzamos un par de guiños que sólo ellos entienden.

Wall·E es un robot solitario que busca aprender sobre la humanidad y el amor a través de la basura que recoge. Es una historia de aventuras donde el mensaje es un personaje más de la historia y que está camuflado por robots muy divertidos que serían mejor compañero de juegos que un Pokémon. ‘Wall·E’ es cine para adultos camuflado como cine para niños.

Este E.T del nuevo milenio se hace con la empatía del espectador gracias a su ternura, simpatía y curiosidad. Durante los primeros 40 minutos del metraje el lenguaje visual es el único idioma que existe y, en conjunción con una banda sonora capaz de acentuar las emociones, nos regala una cadena de secuencias que logran expresar la felicidad, la libertad, el miedo y la curiosidad ante lo desconocido, la amistad y el amor.

Pero ese amor no es el único que se refleja. El amor al cine, con constantes referencias y homenajes a la historia del séptimo arte, y el amor a la tierra, ya desde el latido maternal de Eva cuando aloja la planta en su ‘vientre’ o cuando el corazón de éste nuestro E.T. palpita levemente cuando parece que todo está perdido, son dos elementos básicos en la historia.

A otro nivel se encuentran los constantes y obvios mensajes lanzados al espectador, una moralina que muchos podrían tildar de poco sutil pero que es resuelta de una forma muy elegante, haciendo de este mensaje un personaje más de la historia, algo que ya intentó fallidamente Shyamalan en la decepcionante ‘El Incidente’. Y no sólo eso, sino que logra enmarañar otras reflexiones que muestra de forma sutil, como ese acto de rebeldía interior de Mo que muestra que, al igual que hacía Melvin Udall en ‘Mejor Imposible’, a veces es necesario salirse (o pisar) la raya.

Y, cuando parece que todo está perdido, E.T. hace lo imposible para volver a casa y tras un sinfín de peripecias, el vuelo de bicicletas llega con los primeros pasos de ese capitán gordinflón que vence a HAL al ritmo de los inconfundibles tambores de ‘2001 odisea en el espacio’.

Con este final culmina una magnífica película plagada de guiños, homenajes y buen cine que no muchos sabrán apreciar simplemente por ser “una película de dibujos”. Y no, no he hablado de la animación, la técnica ni los efectos. Para eso ya está ‘300’. Wall·E es una historia sobre la humanidad protagonizada por un ser robótica. Qué cosas. por un ser robótico. Qué cosas.

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