15 octubre 2010

43 Ed. Siges: Secuestrados

Una familia se muda a una nueva casa en una urbanización de gente bien. Esa noche, tres encapuchados irrumpen en su casa desatando el horror. Este es el simple pero arrollador planteamiento de otro de los mejores títulos que he podido disfrutar en la presente edición del festival de Sitges.

Secuestrados está rodada aproximadamente en once planos secuencia que arrastran al espectador a hora y media de tensión, frustración y desazón. Miguel Ángel Vivas huye de explicaciones innecesarias y aclaratorias o de giros artificiales centrándose en la idea de que algo así puede ocurrirle a cualquiera, haciendo que esta sobrecogedora historia provoque aún más malestar y congoja.

Esta ansiedad se consigue en gran parte gracias a la decisión de Vivas de rodar todo el metraje en una decena de planos secuencia. Eliminados los planos contraplanos y con el añadido de lo que se percibe como tiempo real, la inmersión del espectador en la historia es casi total desde el primer minuto. Por supuesto, este experimento no sería posible sin un elenco a la altura de las exigencias de la propuesta. Tanto secuestrados como secuestradores se entregan totalmente a una acción intensa y casi sin respiro, entrando totalmente en unos papeles con dificultad añadida por aquella acertadísima decisión de rodar en planos secuencia larguísimos, trepidantes que en muchas ocasiones son un admirable ejercicio de coreografía que resultan una inyección de naturalidad de lo más eficaz.

Que no os confundan algunos comentarios, esto no es Martyrs ni una sucesión de violencia sin sentido. Es más al estilo de Funny Games pero sin artificios, como decía.

Secuestrados es tensión pura y dura. Sí, tiene momentos bestias y no se corta a la hora de mostrarnos la violencia, pero no llega a ser desagradable ni a provocar rechazo. Es una angustia de esas que se disfrutan.



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