Los Juegos del Hambre viene precedida de mucho escepticismo por adaptar una saga de novelas juveniles, por su aparente parecido con Battle Royale o por esa corriente de rechazar lo mainstream y llevar la contraria al hype. Es por esto que quiero exponer los motivos por los que yo disfruté de ella.
Cada año, el Capitolio, gobierno central de Panem, celebra unos juegos letales como castigo a un levantamiento civil del pasado y como recuerdo de su supremacía. Un chico y una chica menores de edad de cada Distrito (24 en total) son enviados a los juegos a matarse los unos a los otros e intentar sobrevivir bajo el escrutinio, los vítores y el espectáculo creado por el Capitolio en torno a ellos, que son televisados nacionalmente. Katniss es una joven pobre del Distrito 12 que se ofrece voluntaria para salvar la vida de su hermana pequeña. Los Juegos del Hambre cuenta su lucha por sobrevivir a esa 74 edición de los juegos.
Katniss es la mayor ventaja con la que cuentan las novelas originales a la hora de enganchar al lector. Es carismática, fuerte e inteligente pero a la vez imperfecta e insegura. La mayor dificultad a la hora de adaptar el film era precisamente la narración en primera persona, obstáculo que el guión salva sin problemas primando el punto de vista de Katniss, y con el estupendo trabajo de Jennifer Lawrence, consiguiendo así que el espectador conecte desde el principio con su causa y camine de su mano durante todo el metraje pero sin dejar de alimentar la tensión con el punto de vista villano cuando es necesario. Otro gran acierto de su guión ha sido el relegar el factor romántico al lugar que le corresponde en este momento de la historia como un elemento más de la pantomima de los juegos.
Lo realmente interesante de esta historia no son los juegos en sí, sino todo lo que le rodea: el hecho de que algo tan sádico se convierta en un reality vorazmente seguido por los habitantes del Capitolio, con un mercado de patrocinios y simpatías deplorable y grotesco que convierten la necesidad de ganarse a la audiencia en un objetivo vital para la supervivencia. La película logra reflejar esta danza de superficialidad a la perfección.
Pero precisamente es esa danza la que hace que la historia, al igual que en las novelas, sea algo irregular. Más de hora y media de metraje está dedicada a ese universo distópico tan interesante y frustrante a la vez. Descubrimos con los ojos de Katniss los excesos, las diferencias sociales, la superfialidad y los secretos del mundo de Panem, elementos que siguen presentes durante los juegos pero se ven aplacados por la urgencia del peligro y la supervivencia. Los juegos son entretenidos y tiene secuencias realmente memorables pero son notablemente menos potentes que todo lo que se ha visto hasta ese momento en la película.
Pero lo más fallido de Los Juegos del Hambre es su director. En su intento por contar la lucha de Katniss de forma orgánica y hacer que el espectador comparta su desasosiego, Gary Ross se excede con el recurso de cámara al hombro y lo combina con el montaje rápido de planos demasiado cortos, consiguiendo así que el desasosiego del espectador realmente sea ajeno a la narración en sí misma. Por suerte, es un problema que prácticamente se limita al primer acto.
Estos dos elementos más criticables no ensombrecen el resultado final de Los Juegos del Hambre, un blockbuster interesante, disfrutable y recomendable para muchos más perfiles de espectador de lo que en un principio aparenta.
Después de convertirse en uno de los mayores éxitos de taquilla de la historia, de convencer a público y crítica, sólo quiero añadir una frase más para los escépticos: Ojala todo el cine comercial fuese como Los Juegos del Hambre.