Tras varios cortometrajes, Eduardo Chapero-Jackson se ha estrenado en el mundo de los largos con Verbo, una historia sobre una joven adolescente que se siente sola e incomprendida ante el mundo que le rodea y decide poner fin a todo. Pero hay alguien ahí fuera que llama su atención, Líriko, un hombre que hará lo que esté en su mano para evitarlo.
La idea de Verbo era buena: crea una mitología en torno a ese mundo del suicidio. Aprovecha los motivos que llevan a ello y las razones o pensamientos que pueden llevar a alguien a superar ese bache. Sin embargo, este planteamiento se abandona absolutamente al servicio de un tono para adolescentes intensos con excesiva y obvia moralina.
Asumiendo que esta aproximación a la historia es completamente consciente y comercialmente comprensible, esta producción de estreno tardío (lleva año y medio en el cajón) tiene numerosos tropiezos en su intento de ser moderna y joven. La estética es resultona aunque obvia y ese envoltorio medio rapero resulta impostado en muchas ocasiones, algo a lo que no ayudan los diálogos en rima generalmente risibles.
Instrucciones de uso: Es obvio que no soy el público y no me extrañaría ver que este título patrio triunfase entre esa población adolescente similar a su protagonista al igual que han lo conseguido vampiros y hombres lobo intensos de la saga Crepúsculo.Evaluando ya independientemente del tono, el arranque de la historia es extremadamente lento y la expectativa que genera en un inicio se va esfumando poco a poco hasta convertirse en impaciencia tras más de media hora de introducción.

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