Hay actores que nacieron destinados a caer bien a la gente: el ejemplo más claro sería Tom Hanks (por mucho que insista con los cortes de pelo imposibles en El Código DaVinci) pero otro caso claro es el de John Cusack. Nunca ha estado nominado a un Oscar (su única recompensa en lo que a premios se refiere es una nominación al Globo de Oro por Alta Fidelidad) pero ha trabajado para directores como Woody Allen, Terrence Malick o Clint Eastwood. Tampoco se puede quejar de no trabajar: en los últimos meses le hemos visto en la película de terror 1408, en el thriller The Contract junto a Morgan Freeman y en el drama de buenos sentimientos El niño de Marte. El viernes 13 llegó a las pantallas españolas La vida sin Grace (una traducción, que pese a a ser lógica, pierde todo el sentido poético del Grace is Gone original), un drama indie producido por el propio actor y que, sorprendentemente, cuenta con una banda sonora y una canción compuestas por el genial Eastwood en su primera BSO para una película no dirigida por él.
En su nueva película, que ganó en 2007 el premio del público del Festival de Sundance, interpreta a Stanley un hombre que, tras recibir la noticia del trágico fallecimiento de su mujer en Irak, se ha quedado a solas con sus hijas. Ante lo díficil de la situación, decide emprender un espontáneo viaje a un parque de atracciones.
Si la excelente En el valle de Elah utilizaba la Guerra de Irak para hablar de como las guerras cambian a las personas, la cinta dirigida por el debutante James C. Strouse usa el conflicto como pretexto para explicar la muerte del personaje, el desencadenante de una cita. Aquí lo importante no es la guerra sino las consecuencias que tienen en un hombre corriente la muerte de su pareja y la incapacidad de comunicárselo a sus propias hijas. La película se convierte en una dramática road movie que si bien es bonita, no termina de aprovechar las posibilidades dramáticas que una historia así ofrece. La resolución de la historia nos entristece más por lo que se cuenta que por cómo nos han contado la historia hasta el momento.
Lo mejor: El trabajo de John Cusack y la naturalidad de las dos niñas. La música. Sus pocas estridencias.
Lo peor: Le falta algo de garra y emotividad. No es nada que no hayamos visto antes
La escena: La necesaria, inevitable confesión final con la simple pero bellísima música de Clint Eastwood sustituyendo a los diálogos en protagonismo.
La vida sin Grace es una oportunidad para recuperar a un excelente John Cusack en un registro contenido a la par que emotivo. No será una de las mejores propuestas del año pero sin duda supera en interés y calidad a la mayoría de sus compañeras en la mediocre cartelera que nos viene acompañando en las últimas semanas.
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