Blanca Portillo es
Hamlet, ni más ni menos. La Portillo, que espera el estreno de su segunda colaboración con Almodóvar en
Los abrazos rotos, se enfrenta a uno de los mayores retos de su carrera, interpretar al más legendario de los príncipes de Dinamarca. Tras colaborar con el director
Tomaz Pandur y
Asier Etxeandia (¿cómo puede ser este hombre tan importante en el mundo del teatro y que nadie le de una película como Dios manda?) en
Barroco (una obra que, según me dicen, fantástica), el trío se une de nuevo para afrontar una ambiciosa afrenta: poner en marcha una nueva adaptación de una de las obras más influenciables en la historia del teatro.
Tuve la oportunidad de asistir a la obra sin que hubiese pasado una semana del estreno - la obra estará en las Naves del Madero de Madrid del 12 de febrero al 12 de abril, para después girar por España - y las reacciones ante ella fueron muchas y muy intensas. Acostumbrado a un teatro más moderno y/o musical, el montaje de Pandur era mi primera obra de teatro clásico. Y no era cualquier pieza, sino el complejo Hamlet de Shakespeare.
Durante las cuatro largas horas de la obra, el espectador debe mantener la concentración en todo momento si quiere seguir el hilo de una obra tan interesante como densa y difícil. Y de lo clásico pasamos a lo moderno... o lo postmoderno. La extraordinaria e impactante puesta en escena del director se erige como una de las grandes virtudes del montaje. Es espectacular y da más poderío, si cabe, al texto original. El uso de las cortinas o la iluminación es extraordinaria. Espero que cuando la obra se vea en el resto de España siga el mismo estilo... volviendo a los (irregulares) modernismos de la obra, hay ciertas decisiones que, al menos el espectador medio, son un tanto extrañas (desde el mudo y desnudo sirviente hasta, especialmente, la escena en la que cuelgan con los pies bocabajo a la pobre Blanca Portillo que, desnuda, suelta un intenso monólogo...). Y si no quedaban clara sus intenciones, ahí está el vestuario del icónico David Delfín. Extraña, a veces incomoda pero también resulta fascinante. Y antes de que me olvide... la música de Silence, compuesta para la obra, es extraordinaria: desgraciadamente, se olvidaron de redondear la jugada poniendo a unos músicos que la tocasen en directo, y la cosa pierde claramente.

Y volviendo a la
Portillo, vamos con su espectacular labor. Que valiente y que maravillosa es su interpretación aquí. Hace unos años la vi en el divertido montaje Como en las mejores familias, por el que ganó el Max como secundaria por su papel de ingenua nuera. El día y la noche. Maravillosa. El resto del reparto cumple a la perfección, sorprendiendo un poderoso y convincente
Hugo Silva. La participación de gente como
Silva, Quim Gutierrez, Felix Gómez o la propia
Portillo no hacen sino confirmar la importancia de la televisión en el surgimiento de las nuevas estrellas de la interpretación española. No hay más que mirar el reparto de
7 vidas, por poner un ejemplo.
En definitiva,
una experiencia totalmente recomendable, además de barata. Se pueden comprar las entradas
aquí. Algunas cosas conquistarán al público, otras la desconcertarán (como ese desnudo general del reparto en los primeros compases de la obra) pero desde luego que no provocará indiferencia.