Ya había causado impacto con su particular versión de Romeo y Julieta, pero Baz Luhrmann terminó de deslumbrar (y horrorizar a cierta parte del público) con Moulin Rouge, sin duda una de las películas de los 2000. Pero desde entonces (tras su fracaso proyecto sobre la vida de Alejandro Magno con DiCaprio como protagonista) ha pasado mucho tiempo y muchas cosas... como que por ejemplo Nicole Kidman haya pasado de ser considerada una estrella al nuevo veneno para la taquilla de moda.
Australia es el siguiente paso de la carrera casi tan megalómano como James Cameron (si es que eso es posible). En su nuevo proyecto, de cuyo argumento apenas recuerdo nada, el señor Luhrmann te habla de la Segunda Guerra Mundial, el racismo, el complejo tema de la generación robada y no te mete a Hitler probablemente porque la 20th Century Fox no se lo permitió. No importa que aparezcan acreditados cuatro guionistas - responsables de películas como El pianista, Piratas del Caribe, Colateral, La escafandra y la mariposa o Oliver Twist, entre otras-, estos conceptos, que sirven por sí mismos para hacer una sóla película, sirven como excusa para desarrollar una historia de amor que no necesita de tantos efectismos para atraer el interés de los espectadores.
Lo peor de Australia es que cuanto más trascendental e IMPORTANTE (así, en letras grandes, para que la Academia no ignoré) intenta ser, más farragosa se pone. En cuanto Luhrmann se deja llevar y ofrece un entretenimiento más puro a los espectadores, es cuando la película se pone más vibrante: como en esa primera hora y media de película en la que los protagonistas luchan en una contrarreloj por cruzar Australia con miles de cabezas de ganado y un pequeño e inadecuado equipo para guiarlas. En ese camino nos encontramos con intensas y espectaculares escenas de acción que ganan enormes puntos gracias a la maravillosa partitura de David Hirschfelder y la dirección fotografía de una Mandy Walker que está a punto de convertirse en la primera mujer en ser nominada al Oscar dentro de la categoría.
Luego está el que se está convirtiendo el factor Nicole, a la que muchos (injustamente) acusan de ser la responsable del fracaso de una película que necesita el éxito internacional de la película para poder recuperar su presupuesto y cuya única presencia en los Oscar será en categorías técnicas y la de un Hugh Jackman de moda escogido para presentar la gala. Lejos de estar en su mejor trabajo, Kidman, que va de menos a más durante la película, compone la heroína que una película como ésta necesita. De todos modos, Jackman es la estrella de la película y es que The Drover (no sé como se llamará en la versión doblada) es un personaje mucho más memorable que el de aquella. No sólo por la escena mojabragas del 2008 (todo el que vea la película sabrá a lo que me refiero), en la que parece que Luhrmann se dedica a explotar la figura del recientemente nombrado hombre más sexy del mundo, sino porque es uno de los pocos actores de la actualidad que es capaz de ser un buen galán y buen actor todo en uno. No se echa de menos la presencia del incialmente previsto Russell Crowe. Preferencias aparte, la pareja funciona en pantalla y el desarrollo de la historia, aunque un tanto tópico, es creible.
Lo cierto es que la película está más cerca de Cold Mountain que de convertirse en las nuevas Memorias de África o Lo que el viento se llevó, que es lo que pretendía el director. Por mucho efecto especial y croma que se utilice, Australia, como los western, pertenece a una época en la que el cine era diferente, donde se buscaban contar historias bigger than life del estilo de Gigante, no del biopic del Ray Charles o la Edith Piaf de turno y donde no importaba que una película durase casi tres horas. Ahora parece que sólo un Retorno del Rey puede extenderse a su gusto (aunque también hay que admitir que la película de Peter Jackson es mucho más entrenida - y mejor en general- que la que aquí nos ocupa). El bache del segundo acto pone en peligro a la película, cuando la subtrama del ganado llega a su fin y pasa un buen rato hasta que el espectador no sabe por donde va a continuar la historia. Tras la aparición de la Segunda Guerra Mundial en la película, ésta vuelve a poner la directa y se vuelva más espectacular y emotiva hasta un inteso final que ha dado mucho que hablar. Yo soy de los que piensan que en una película de este tipo, un final dramático, ya sea con la muerte de uno de los protagonistas o la imposibilidad de que ellos tengan la oportunidad de estar juntos, da más juego.
Como ya es habitual en la carrera del director, Australia no dejará indiferente a la audiencia. No obstante, mucha gente salió del pase de prensa prácticamente furiosa mientras que yo la había disfrutado enormemente. Desde luego que no es una de las mejores películas del año pero tambiés cierto que es muy probable que yo vuelva a pasar por los cines cuando se estrene mañana. No siempre tienes la oportunidad de ver una película tan entretenida y pretenciosa a la vez.
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